sábado, 23 de agosto de 2014

Pero qué va


Hablaba yo con el Pepo en la plaza, mientras los cabros corrían tras la pelota y el perro guacho de la esquina ladraba pulentamente queriendo jugar, pero nadie lo pescaba. ¡Y es que nadie pesca a los perros en estos días! están de moda los gatos, aunque me parecen más choros los perros, porque los gatos tienen el estigma de engañosos y se aluden siempre a la vieja solterona mal humorada que tiene como cien gatos y tiene el pelo erizado de alambre a punto de electrocutarse. Los perros usan capa en invierno y los más chorizos usan cuello de polar para darle estilo al caminar, aunque a mi me da esa sensación como de ternura risa, y me pregunto quién fue el tipo que le compró un cuello a semejante can? lo hizo el más lider de la manada, y el menos nena porque los demás tienen puro frío.
Los cabros tenían cualquier aguante, yo estaba entumía de frío hablando cabezas de pescao' con el Pepo, comiéndome un pan con palta (que a todo esto estaba terrible rico), y miraba como los cabros jugaban y jugaban con barro en la cara y en los brazos, casi como si hubiese el medio sol en la plaza.
Me gusta hablar con el Pepo, me siento en la pobla misma de mis raíces, como cuando chica iba andando en bicicleta con mis primos cerca de ahí y era la media aventura porque cuando chico uno todo lo ve mucho más grande y más adrenalínico, la famosa vuelta a la manzana en la bici.
Ahí estaba tomándome un jugo en caja sabor manzana con el Pepo, en la plaza, mirando la vida pasar y cantando una que otra canción vaga, porque somos tan malos para el inglés que chamullábamos la mitad de las canciones, y las que eran en español, cambiábamos toda la letra. Debo reconocer que ese es un gran don no reconocido: la improvisación, aunque sea inventando pelotudeces en una canción, es desenvolverte y reírte. Mirar y volver a reír. ¿Por qué no? hacer el ridículo también es de esas cosas que se ven mal socialmente y es, sin embargo, lo que más risas te saca y más momentos alegres te da.

Miraba al Pepo y le contaba cuánto habíamos cambiado, así como esas típicas reflexiones que uno hace cuando ve en el otro una arruga o algún pensamiento medio filosófico, y si po, habíamos cambiado mucho desde que nos conocimos, harán ya 15 años o más. Estamos terrible viejos Pepo, cáchate los cabros allá jugando a la pelota y nosotros comiendo en la plaza. Falta que puro usemos bastón y le demos de comer a las palomas.

El Pepo tiene harto todavía por conocer, yo soy una cabra con cara de lana que va por aquí y por allá abrazando nuevas oportunidades, pero ese sentarse a conversar es uno de los tantos placeres que hacen que la amistad sea tan importante en las relaciones humanas, tanto, que no se necesita estar cerca todo el tiempo para volver a casa, volver a sentarse y sonreír, con más experiencias, con más vivencias.
El Pepo no está ni ahí con casarse, yo no estoy ni ahí con calentarme la cabeza con más cosas sin sentido. Ambos buscamos la liberación del ser y seguir su propio camino, cada uno tiene en mente proyectos a corto y largo plazo, pero cada uno sabe que hay algo más fuerte que a uno lo liga a la tierra. Algo quizás desconocido pero por eso mismo tiene su gracia.

Me puse el poncho y un disco de Yann Tiersen que tenía guardado en el celular comenzó a sonar. Éramos dos locos entre lanudos - alternativos escuchando música mientras se ponía más helado todavía. Quería puro tomarme un té. Y es que me gusta tanto el té sin azúcar, de hoja y con canela, que se ha transformado en mi fuente de expansión mental. No sé cómo actúa eso, ah, pero sé que cuando tomo una taza de té ando más inspirada, o por lo menos eso creo.
Al final, concluíamos con el Pepo, sentados ahora en el columpio porque el suelo se heló, uno hace de su vida lo que realmente quiere, y que si uno sabe bien lo que quiere en la vida, no hay camino que no sea posible para lograrlo. Es una verdad inminente y estoy convencida que bajo ese mismo principio se me abrirán todas las puertas que quiera por la disposición misma de querer alcanzar metas. ¿Dónde estará el límite del idealismo en esas letras? No lo sé, pero el Pepo y yo sabemos que no hay tiempo para no soñar, hay tiempo sólo para echar a volar la imaginación y sentarse en el pasto húmedo mientras los perros juguetean a tu lado, perros con chalecos de polar, con cuellos de polar, con cabros chicos andando en bici, con cabros jugando a la pelota, con nosotros en medio del barrio, con recuerdos de infancia lejanos ya, donde eras un pirigüin andando en bici, sacándote la mugre, corriendo, echándote a un lado por si venía un auto. Está -y existe- en el vértigo de la eternidad algo que nunca muere, algo que se junta para hacernos sentir llenos de energía cósmica.

Con el Pepo, al final de cuentas, hablábamos sus cabezas de pescao', sus chicherías, su música indie, su volá espiritual y lo que somos, seremos y más que fuimos.

Al Pepo lo veré después y seremos otra Cata y otro Pepo, tendremos la misma mirada, estaremos más chascones, y nos reiremos de las mismas estupideces.

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