sábado, 28 de junio de 2014

Espejo roto

"Alma se miró al espejo y encontró el espejo roto por dentro, su alma en el espejo, la sonrisa esfumada, los ojos opacos.

'Arriba el sol, abajo el reflejo de cómo estalla mi alma. Ya estás aquí, y el paso que dimos es causa y es efecto...'
Si tan sólo hubiese una explicación razonable a todo el torbellino que sufría en esos momentos, Alma recogería aquellos trozos y los pegaría con sueños, deseos, como para hacer menos doloroso el reflejo de pasos rotos que concluyeron en la mirada perdida de aquellos sucesos.

Alma no estaba para ella ni para nadie. Miraba estupefacta un rostro que devolvía el espejo, un rostro que no conocía, y buscó en él algún arma para concretar un impulso repentino de acabar con todo de la manera más cobarde. A su lado, las pastillas, el tabaco y el alcohol se repartían entre su ropa sucia y las sábanas enredadas.

El maquillaje corrido, la mirada perdida. Había sido todo tan distinto antes de perder el rumbo, había sido todo tan feliz junto a Italo, había prometido así misma no hacerse daño.
Y sin embargo, ahí estaba, en ropa interior, frente a un paisaje nublado allá afuera, con el olor a vino todavía rondándola, con un sabor a yerba quemada en su boca, con Damián durmiendo a su lado, encogido, con ropa tirada por doquier. 

Damián no sabía nada de Alma. Él era libre, en todo aspecto. Era libre de sí mismo, era quien quería ser. Era un errante de su propio camino y borraba sus huellas para no volver atrás. No tenía nada que perder. No amaba a nadie, era dueño de sus propias fantasías, era Damián, Damián que miraba y encantaba, Damián que podía conseguirlo todo, que el karma no conseguía aprisionarlo frente a nada y contra nada.

No tan lejos, a espaldas del torso semi desnudo de Alma, se escuchaba al flaco cantar


"Habrá crecido un tallo en el nogal
La luz habrá tiznado gente sin fe
Esta botella se ha vaciado tan bien
Que ni los sueños se cobijan del rumor

Licor no vuelvas ya
Deja de reir
No es necesario más
Ya se ven los tigres en la lluvia"


Verás, allá afuera no tenía pinta de lluvia, pero en el interior de Alma, granizaba.
"Habla conmigo, perro de la lluvia, habla conmigo, perro condenado"


Torció su silueta, se volvió a mirar a Damián entre la lejanía de sus pensamientos y la cercanía física que trataba de acercarlos. 'Vos crees que todo esto es fantasía pura' y creía ella que la bohemia utópica de la literatura la iba a sacar de su desgracia interna. Alma no era nadie, era un conjunto de miradas negras, boquitas pintadas, fantasías de amores perdidos, reflejo de la perdición frente a un espejo.


Siguió contemplando el rostro ojeroso después de una noche turbulenta. Trató de arreglarse un poco el pelo que caía de manera extraña. Tomó su vestido multicolor, lo alzó, lo contempló. Parecía tan extraño en ese ambiente tan gris. Incluso ella misma lo veía todo en blanco y negro, salvo su vestido. Aguardó un poco para vestirse, quería seguir mirando a ver si algo conseguía. 


Damián abrió lentamente los ojos y tomó un sorbo de agua para humedecer su boca pastosa, no sin antes mirar su reloj para percatarse de llegar a buena hora a su casa, si es que tenía una o le importaba tener una.


Alma miró largo rato todo este proceso, esperando algo, un cómo estás, un cobijo, una caricia, un qué linda te ves al despertar. Pedía lo imposible. Verás, Alma, debés entender que tus sueños no son los de alguien más, y debés asumir las consecuencias del vacío cuando vacías algo que pretendés llenar. 
Vos te esfumás en todo aspecto, y se hace efímero ese momento de dicha y goce, sólo por un momento parecés contenta y completa. Pero verás que tus miedos son más grandes, y tus miedos se guardan al otro lado del espejo. Recordá que en esta habitación llena de vicios no sos más que un vicio más.


Damián tomó sus cosas, se vistió, se detuvo y dijo Te noto extraña. Alma sonrió, como sabía muy bien hacer de forma fingida y carismática, para guardar las apariencias, para tapar con el dedo el destrozo interior que la hacía sentir la indiferencia no intencional de Damián. Éste sonrió y dijo Debemos irnos. 


Irse de aquel lugar recóndito en busca de nada, solo para desencontrarse en el camino, solo para mirarse en un andén y decir adiós, mi tren llegó. 


Alma sin alma, alma destrozada, Alma que cuenta las hojas del viento para ver si responden al grito desesperado del deseo interior. 


No importa tu nombre
si me puedes contestar
son tantos tus sueños que ves el cielo
mientras te veo bailar



Sos mujer, alma mía. Vos llorás en el hombro de quien te ama de verdad, pero vos no amás a nadie, no sos para eso. A vos te gustan más las desgracias y alimentar tu ego con fantasías que no existen. Vos debés saber reconstruir tu rostro, sacá y limpiá tus heridas, Damián no hará eso. Vos sos más que eso. Salí de ahí y empezá a secar tus lágrimas que el vacío que viene se vuelve peor con cada herida abierta. Vos sangrás, pero te acostumbraste a sangrar. ¿No será esto una mera invención de tus falsos dolores?